Ganadores X Versión

Ilustración: Makarena Kramcsák.

Primer Lugar

Lucha es pobre, pero pobre pobre

¿Conoces a Lucha? Sí, ella, la que chupa sangre adinerada en Paicaví; si po, así se gana su plata. Lucha es pobre, pero pobre pobre. Lucha no tiene auto, vive de sus piernas flacas y de su patineta. Fijate que ayer la golpearon hasta dejarla en el suelo, sí, en el suelo. ¿Por qué? No porque Lucha fuera pobre, sino por el simple hecho de que Lucha fuera Lucho, pero pobre pobre.

Isidora Bello Sandoval, 19 años, Concepción.

Ilustración: Makarena Kramcsák.

Premio al Talento Infantil

Amaro, el burro que quería ser caballo

Había un burrito llamado Amaro que quería ser un caballo. Vivía en una granja, donde los caballos le enseñaban las cosas que hacían ellos, y Amaro fue aprendiendo. Una vez su dueño lo llevó a una carrera de caballos en Negrete. Al comenzar la carrera, Amaro corrió y corrió, ¡y ganó! No podía creerlo. Ese día el burrito aprendió algo muy importante: que, aunque él no fuera un caballo, tenía el espíritu.

Mateo Cifuentes Saavedra, 11 años, Negrete.

Ilustración: Silvana Youlton.

Premio al Talento Joven

El saludo

El año antepasado, en primavera, estuve en San Rosendo. Caminé por una plaza donde me miraban tristes trenes antiguos, que sólo se alegraban con los hermosos árboles en flor. En la mitad de la noche desperté con todo el cuerpo enronchado; me ardía y me picaba. «¡Fue el litre!», dijo mamá, «la próxima vez debes saludarlo». Hace pocos días volvimos al mismo lugar, pero esta vez me paré frente a un árbol, hice una reverencia y le dije: «¡Buenos días, señor Litre!», y dormí toda la noche.

Agustín Beltrán Saldivia, 13 años, Los Ángeles.

Ilustración: Ibi Díaz

Premio al Talento Mayor

Carbonero de Cayucupil

Pasó la noche bajo su carreta en el sector Puente Mellizos. Apenas clareó el alba, se levantó, lavó su cuerpo, sacó una tortilla de rescoldo, hirvió agua en un tarro duraznero y bebió un gran tazón de café de trigo. Miró la inmensa carga de carbón de madera que había bajado desde su hornilla en El Porvenir, antes de pasar por Cayucupil y subir en el Avellanal. Ahora iba a Cañete –«¡Te quiero, mi Dios!»– a vender la carga y volver con la mercadería para el mes. «¡Carbón, carboncito le llevo, patrona!» gritaba. Como un suspiro la carreta se vació.

Luis Flores Olave, 66 años, Los Álamos.

Ilustración: Silvana Youlton.

Premio al Mejor Relato en Mapudungun

Geno Üy / Sin nombre

Kiñe rupa petu tañi küzawün almacen puwrumey kiñe papay, mapuzugukeymi am? Ramtufiñ, may mapuzuguken wiñolzuguenew fey wüla feypifiñ:- küme zugu tati, iñche yenien epu txipantu tañi kim mapuzugulen. Mapuzugun chillkatugekelay wiñolzugurumeenew, püchiñma pewyu inchiw ka ñüküfkülefuyu ka kiñe wigkazuguwtual.
Una vez, mientras trabajaba en el almacén, llegó de repente una señora. Le pregunté: «¿Usted habla el mapuzugun?». «Sí, hablo en mapuzugun», me respondió. Entonces le dije: «Qué bueno. Yo llevo dos años estudiando el mapuzugun». La señora respondió: «El mapuzugun no se aprende estudiando». Entonces nos quedamos callados por un rato para volver a hablar el wigkazugun.

Robinson Carrasco Castro, 26 años, Contulmo.

Ilustración: Makarena Kramcsák.

Mención Honrosa

Rendija

Sábado por medio andaba de buen humor: silbando el himno del club abría el candado y entraba a la pieza, si así se puede llamar al cuarto hediondo y lúgubre en el que me mantenía encerrado, junto al estadio El Morro. Con un alicate soltaba los alambres y abría una rendija entre las latas que cubrían el marco de la ventana. Por ahí yo veía la mitad del partido en el que jugaba el club de sus amores. «Si salimos campeones, te suelto», decía, y yo rogaba para que no perdieran un solo punto. Ese año bajamos a segunda división.

Marcelo León Hernández, 49 años, Talcahuano.

Ilustración: Ibi Díaz.

Mención Honrosa

Aprender a olvidar

Ayelen Millapan, niña huilliche de siete años, llega por primera vez a la escuela. La profesora la saluda como en el pueblo y ella le responde como en la ruca. Así no se dice, corrige la profesora, tienes mucho que aprender. Y así empezó, hasta que un día, de tanto aprender, ya no pudo saludar a mamá.

Santiago Luengo Fernández, 31 años, Concepción.

Ilustración: Ibi Díaz.

Mención Honrosa

Ruta de memoria

Entre olores a chacras y edificios, las personas pasan apuradas sin reparar en ese pedazo de granito que dice: «¡Aquí caí!». Y más allá, donde todes duermen, vuestros nombres dicen: «¡Presente!». Y, río arriba, son láminas de hormigón diciendo: «¡Nunca más!». Llego al corazón de la ciudad, sellada con una cruz roja: «¡Liberen a nuestros hijos!» Camino hacia el Saber, sus manos se unen alcanzando el infinito. Miles de voces en ese estadio con nombre de mujer; una placa: «¡Presente!». Será perdurable el recuerdo de dinosaurios, árboles, entre rutas que no vuelven. Y sigo, caminando con Memoria.

Aida Cerro Saavedra, 65 años, Concepción.